Aun recuerdo
el último cumpleaños que pasamos juntos
me llenaste la habitación de flores
me compraste
mi tarta favorita y me hiciste pedir un deseo
como si creyéramos
en la magia.
En aquel
momento, hubiera jurado que nosotros
éramos lo más
parecido a la magia.
Recuerdo que
tenía la sensación de que el tiempo se me escapaba entre los dedos
Y que sople
las velas, queriendo que se me siguiera escapando contigo.
Supongo que
la inocencia del primer amor es lo que tiene
Que te hace creerte invencible.
Subimos tan
alto, tan niños.
Nos quisimos
tan mal.
Tan de verdad.
Que no había
otro final
Que no fuera
estrellarnos contra el suelo.
Hacernos pedazos.
Hacernos pedazos.
Ninguno
tuvimos la culpa
Te prometo
que si pudiera
Borraría todos
los reproches
Por un
gracias, por haber crecido conmigo.
Por haberme querido,
mucho más de lo que merecía.
A veces, el
amor no es suficiente para sobrevivir al tiempo
ni a los daños.
No fuimos capaces
de ser suficiente.
No sé porque
ahora, después de tantos años
Me invade
esta necesidad de escribirte todo esto.
Quizás es la
necesidad de justificarme por no haber luchado más.
O que el
tiempo me ha dado el privilegio de poder recordarnos
Cuando fuimos
felices.
A veces, aun
echo de menos el sonido de tu risa.
Esa forma
tan kamikaze de querer a alguien.
Últimamente,
me echo de menos.
Echo de
menos la persona que era cuando lo éramos todo.
Supongo, que
cuando el “nosotros” murió, una parte de mi también lo hizo.
Quizás por
eso escribo todo esto,
para despedirnos,
para
despedirme.
Gracias por
la magia.
Y
Los
abismos.